martes, 5 de agosto de 2014

Instrucciones para el futuro


Su rostro inmóvil ondea luz y esperanza, refractada sobre unos ojos que me miran con severidad.
Hago lo mejor que puedo.
Hago lo mejor que puedo.
Recae el recuerdo de las vírgenes que susurran cánticos fríos alrededor de una piedra blanca. El viento hela como un río al que te sumerges desnudo, y cuatro jóvenes danzan con sus pies y manos alborotando el aire nocturno.
No lo hagas.
No trasciendas.
Me quedaría tan solo. Olvidado.

Con los oídos. Agúzalos. Intenta escuchar.
Espero no sigas órdenes erradas. Que no pierdas la cordura en el giro indefinido de vueltas y vueltas que nos aguardan. Volaremos. Subiremos tanto que el mapa de perplejidades causará dolor y el vómito quemará esófagos y gargantas.
Y más como un deseo auguro que no morirás. No aún, que te necesito a mi lado.
Nos espera un largo pasillo. ¡Cuidado con los picos! Será duro esquivarlos.
Todo se acelera.
Y si seguimos consientes, a las 11 seremos seres nuevos. Completando la marcha establecida, de arriba a abajo, caminando derecho hasta el fin.

Mientras tanto, ni pestañees. No me hagas la menor mueca. Hasta las 11.