Pues bueno, el señor King quería probar que las historias se hacen solas. Uno va escribiendo y las cosas salen solas. Que no debes planear con anticipación cada detalle o la historia se ve forzada. Te daba 3 nombres:
Dick
Jane
Nell
Y un sencillo Plot. Se suponía que no debía pasar de ¿Mil palabras? No recuerdo, pero si recuerdo haberme pasado por mucho. ¡Y ni siquiera llegué a desarrollar el Plot planteado! No sé si eso es algo bueno. Quise escribir algo muy alejado de lo que suelo escribir. No soy asiduo a las palabrotas o las obscenidades. Ni hablar. Ya tocaba explorar un poco esa parte. Helo aquí.
Dick
Jane
Nell
Y un sencillo Plot. Se suponía que no debía pasar de ¿Mil palabras? No recuerdo, pero si recuerdo haberme pasado por mucho. ¡Y ni siquiera llegué a desarrollar el Plot planteado! No sé si eso es algo bueno. Quise escribir algo muy alejado de lo que suelo escribir. No soy asiduo a las palabrotas o las obscenidades. Ni hablar. Ya tocaba explorar un poco esa parte. Helo aquí.
Dick es un hombre con suerte, decían en la
preparatoria. Mantuvo a su lado por nueve años a Tina, su novia de secundaria; y
en el pináculo de su relación, algo salió mal y aquellos planes de bodas y nombres
de niños que no nacerían nunca se retorcían en el aire hasta asfixiarse.
Como primer asalto, recordamos que fue el
primero de nosotros en hacerse hombre. Era algo grande de que alardear
entonces; y aunque fuera guapo, aun así fue digno de aplausos entre el
grupillo. ¡Y las veces que la muerte le hizo los mandados!
El casi trágico arrancón de autos con el
Mustang.
El accidente en el muelle.
La broma en Reino Aventura.
Incluso con toda nuestra insistencia, Dick
jamás se lastimó. Toda mujer que lo conoció recelaba de Tina y su larga
relación. ¡Nueve años, joder! Afirmábamos
que era prometedora, tarde o temprano iban a casarse. Era cuestión de tiempo.
Ni hablar. Qué mejor que las cosas te pasen de una vez. Cuando Dick terminó con
Tina, no había necesidad de preguntar nada, pero lo hicimos.
No respondió nada concreto.
Se alegraba y pensaba que aquello era muy
bueno, que tenía tiempo queriendo que sucediera. A dos semanas de romper, Dick
conoció a Jane en una de las fiestas que ofrezco los sábados en mi casa. Es un
ambiente duro. Me gusta pensar que aquellos que asisten a mi evento tienen una conversación
con Dios al día siguiente donde le juran que no vuelven a regresar.
Jane iba vestida con el tipo de ropa que hace
llorar a los padres. Comenzó a hablar con Dick sobre las cosas más mundanas que
haya oído hablar a cualquier mujer en uno de mis sábados. No era la típica
vieja puta del fin de semana. Salvo su ropa.
¿Coppola o Scorsese?
¿Por qué cada película buena de ciencia ficción
involucra un romance?
¡Dick estaba tan impresionado! Hasta yo
participé en algunos temas. Conozco a mi amigo; su cabeza está colmada de moralidad,
y debido a su forma de ser (o falta de disposición a beber alcohol) rechazó toda insinuación. Habría sido
una calentura de una noche y nada más, o qué se yo; tal vez todo está escrito y
Nell habría empezado su carrera por la vida aquella madrugada.
Dick se clavó y quiso saber más. Le
pidió su teléfono y quedaron de verse en el centro comercial. Comieron, rieron,
tal vez se besaron y nada más. ¡Si uno supiera del destino! Se vistió mejor, me
dijo Dick al otro día. Que su vestido era decente. Que su blusa no tenía el escote
tan pronunciado y que había cambiado los tacones de teibolera por unas zapatillas.
Sus pláticas seguían siendo tan interesantes como las de la otra noche. Eso
es lo que siempre le faltaba a Tina, me dijo. Tina fue mi amiga por nueve años
sólo porque era novia de mi buen amigo Dick. Dick terminó con ella y Tina volvió
a ser una persona más, porque en serio, Tina sólo estaba buena y a veces con eso
basta.
No hay prisas, ¿eh Dick?, pensé cuando nos dijo
que a dos meses de salir con Jane todavía no habían parchado. “Tremendo marica”
fue lo que soltaron algunos a quienes nos dijo ese cuento de que su
relación anterior ameritaba algún tipo de respeto. Cuando Dick sintió que nueve
años de relación equivalían a cinco semanas de abstinencia, puso en pausa su
racionalidad y dejó salir su instinto e hizo el acto más natural de la
humanidad. Coger. Con sólo presentarse al día siguiente y mirarnos, su actitud
habló por él. Todos en la oficina festejamos, ¡Pinche cabrón!, gritábamos alegres
en el bar. Secundaría, que buenos amigos nos diste. La buena suerte de Dick fue
cuestionada cuando, a las séis semanas, Jane le anuncio de su embarazo. Y claro,
todos pensamos: Dick, no puede ser tuyo. No puede ser.
Aquel que no hubiera visto a Jane se la
describíamos como “Se viste medio zorra”, sin más. Resultó ser que Jane era bastante
inteligente, sabía de películas, autores, pornografía y era una anarquista de
closet. Que se vista como quiera, decía Dick. Apoyamos a nuestro amigo, que se
mostró renuente y a veces exasperado por nuestro entusiasmo para que Jane se
hiciera una prueba de paternidad, “Confío en ella”, decía.
Jane, la zorra culta embarazada.
Dick hacía lo correcto en seguir nuestras
indicaciones.
Total que Dick se quedó sin suerte y Nell nació
sin complicaciones. Él, que tanto ama a los niños pequeños, seguro pensó que todo es cosa de apreciación.
Dick buscó ingresos extra, invirtiendo el
dinero que tenía ahorrado. Le ofreció ideas interesantes a Henry, nuestro gran
amigo de secundaria poseedor del pub al que íbamos cada miércoles, sin falta.
El lugar era un agujero, pero era nuestro, y con las ideas de Dick todo se
expandió; hasta la clientela cambió. De viejos obesos con el futuro en el váter
pasamos a adolescentes ruidosos que gastaban el triple. Aquella música
tranquila de ambiente tejano, esa que imaginas en películas de folklore de los
cincuentas, ahora eran bandas de Rock y metal ochenteras. El cambio fue gradual
pero evidente y pronto encontramos excusas para ya no ir. Cada vez se ponían
más ridículas: “extraño a mi esposa”, “no paso tiempo con los niños”, “me estoy
haciendo viejo”, “los tragaluces me molestan la vista”.
Debajo de todas sus diminutas prendas, Jane escondía
un alma perspicaz e inteligente, y aún más abajo también se escondía la perra
más odiosa y controladora que Dick haya conocido (en mis fiestas hay Janes cada
fin de semana). Le di a Dick 20 mil pesos para ayudarlo a que se casara de
forma decente y que pasara su luna de miel fuera de la ciudad. Puebla resultó.
Jane se mantuvo silenciosa, guardándose sus opiniones hasta que Nell tuvo
2 años, y para cuando tuvo tres, Dick ya estaba harto. Se veía hasta diez años
más viejo. Todos sabíamos de lo que Jane era capaz. Las decisiones de dónde
vivir, el nombre de la hija, el color del auto, todo de Jane. Lo sabíamos porque
Dick necesitaba desahogarse, y ni cómo ayudarle si no se dejaba; “Tengo una
hija”, “El divorcio no va bien con mi congregación”, “Afectará a Nell”.
Excusas.
Dick era inversionista en el pub de Henry,
vendía objetos de segunda mano en Internet y seguía trabajando con nosotros en
la oficina, disfrutando de las sillas con doble respaldo y ruedas giratorias. Los
lunes siempre era yo y mis ojeras y Dick con su sonrisa. El primero que pierde
su virginidad en preparatoria y el primero que se casa. La vida tiene sentido.
Entonces, el jefe nos presenta a Lisa, nuestra
nueva compañera. Ni Rebeca o Sarah, las secretarias más “interesantes”,
lograban llevarnos la sangre al sur tan rápido como la nueva. Tenía la cara de
una niña pequeña; cualquier hombre siente la extraña necesidad de protegerla.
Pero no Dick. Ese tremendo marica, él y sus locos ideales. La religión lo
cambió.
A Lisa todos le aventaban los perros. Yo la
invitaba a mis fiestas de los sábados, donde seguro podríamos ver más allá de
esas modestas faldas a la rodilla. Un día que Dick tenía el auto en reparación,
Jane vino por él en el suyo. La pobre de Lisa, era eso, pobre y joven. A las
ocho de la noche salía con un abrigo a esperar el camión. Nunca aceptaba las propuestas
de ser llevada por ninguno. Dick se mete al auto y su esposa pregunta:
— ¿La de la esquina quién es?
— Ah, ella. Ella es Lisa. Llegó hace meses.
¡La muy cabrona empezó a confabular! Estaba
enferma o algo. Conocía a Rebeca y Sarah por los convivios de Navidad y me las
juego a que las analizó todo lo que pudo. No lo mostró en ese instante, su
forma de guardar las apariencias es digna de un psicópata, pero estamos seguros
que desde aquél primer vistazo a Lisa esperando su camión, Jane se hizo de
ideas. Ató cabos que no estaban ahí. Las horas extras que Dick solía tomar los
fines de semana o el olor a perfume de mujer que su ropa (y la de varios en la
oficina; Lisa se perfumaba de vez en cuando antes de salir de trabajar. Nos
entristecíamos pensando que tendría una cita. El atomizador dejaba salir demasiado
perfume) guardaba la hacían sospechar.
La
fiesta de Navidad de aquel año resultó ser inolvidable. Para entonces nos habíamos
ganado la confianza de Lisa; ya bromeábamos y todo. Oh, y seguía sin tener
novio. Cuando por fin aceptó ir a una de mis fiestas de sábados locos, lo hizo acompañada
de un primo. Hacía de todo excepto fumar y entre copas le dije que nadie de los
que venían aquí solían repetirlo tan rápido. Los universitarios se postran en
los baños con sus rodillas adoloridas y entre vómitos intentan pactar algo. Se
hizo la muy cabrona y la siguiente semana regresaron. Me reí y le dije que se
bebiera una de mis mezclas secretas. Con esas es como garantizo la ausencia de
personas. Era sábado, su amigo y ella se tomaron mi vaso de secretos,
haciéndome prometer que nadie había muerto por beberlo. Lo prometí sin estar seguro, ¿Cómo estarlo? Claro, le dije, nadie ha muerto.
Lisa se
reportó como enferma y vino a trabajar hasta el miércoles. Me dijo que le salió
una úlcera, su diarrea fue casi mortal y que no piensa demandarme. Lisa es de
las chidas.
—Entonces, ¿Me ayudarás a matar a Jane? Te puedes quedar con Dick —Su perplejidad fue total.
—Entonces, ¿Me ayudarás a matar a Jane? Te puedes quedar con Dick —Su perplejidad fue total.
A las
tres de la mañana del sábado, después de haberse tomado mi bebida especial,
Lisa empezó a hablar divertido. Su primo se quedó dormido en un sofá y yo quise
probar suerte. Lisa estaba ebria hasta las orejas, pero no estúpida. Con
divertida amabilidad retiraba mis manos de sus pechos y apuntaba con el dedo
hacia el cielo, recalcando que no estaba bien. ¿Entonces qué está bien?, le
pregunté. ¿Dick es casado?, me dijo. Seguía intentando suerte. Le agarré un
pecho, le agarré el trasero. No pasa nada. Sólo estaba yo y mis preguntas que
nada importaban para mantenerla despierta frente a mí. Lisa dijo estar
enamorada de Dick, pidiéndome que no le dijera con su voz divertida. Bien,
bien. Ni si quiera al propio Dick le interesa. Con nuestro Pub tan cambiado
tuvimos que buscarnos una alternativa y pronto fue obvio que no había mejor
lugar que mi propia casa. Ahí solté esa bomba molesta. A Lisa le gustaba Dick, nuestro
amigo casado quien menos atención le ponía. Alguna vez le vi mirarle el trasero
cuando la chica se agachaba a recoger lo que se le cayera del escritorio. Esa
es toda la relación extramarital que puede ofrecernos Dick. Fue en la cena de Navidad
de la oficina en donde las cosas ya estaban listas a dispararse. Las ideas de
Jane habían crecido con los meses. Lisa había pedido el celular de algunos compañeros,
incluido el mío, y un día se animó y sin más me pidió el de Dick. Se lo di. Se molestó
conmigo y me preguntó mis motivaciones. No solía hablar mal de Jane, nunca de
forma directa al menos, pero dejaba claro que su vida se la complicaba
bastante. Se lo dije: Sufres por tonto. Nell es un ángel pero no puedes seguir
así. Lisa es… pero me hizo callar, se despidió y se marchó. Mis bromas en la
oficina, intentos de reconciliación, no le causaron ni puta gracia aquella
semana. Días antes de la cena que marcaría una etapa importante de Dick, Jane
dejó salir sus inquietudes. ¡Seguro me engañas con tu compañera!, dijo. ¡Pasó
cerca de mí ayer! ¡Tus camisas huelen a ella!
Le
explicó lo del atomizador y aunque no se la creyó, dejó de protestar. Dick desbloqueaba
su celular para encontrarse con mensajes abiertos, dándose cuenta de que Jane
las revisaba. A Lisa se le ocurrió mandar un mensaje de Feliz Cumpleaños, con
una carita feliz ¡bomba! Jane lo vio pero no le dijo nada. Se guardaba todo
para cuando la tuviera frente a ella, para
desenmascarar a quien fuera a sus ojos una zorra ofrecida cualquiera, una quita
maridos de semblante noble ¿Era Lisa una chica fácil? Nah, pero hagan entender
eso a una mujer celosa. Estaba tan claro en su mente. Lisa era el
enemigo.
Entran Dick y Jane al salón; su vestido tenía menos clase que una prostituta croata aspirando cocaína desde el ano de una amiga en servicio. Quería mostrar que seguía estando buena, que no tenía nada que envidiar a Lisa. Lisa había venido con un vestido color blanco de escote notable y aun así mantenía toda elegancia, la hacía ver sofisticada, a años luz de Jane. Jane decidió sentarse frente a Lisa y eso puso incómodo a Dick. Lisa no la miraba.
Entran Dick y Jane al salón; su vestido tenía menos clase que una prostituta croata aspirando cocaína desde el ano de una amiga en servicio. Quería mostrar que seguía estando buena, que no tenía nada que envidiar a Lisa. Lisa había venido con un vestido color blanco de escote notable y aun así mantenía toda elegancia, la hacía ver sofisticada, a años luz de Jane. Jane decidió sentarse frente a Lisa y eso puso incómodo a Dick. Lisa no la miraba.